mardi 9 août 2011

Chats

Hay gatos en las esquinas.

No son mas que contornos proyectados por la luna en noches humanas.
Siluetas inconclusas.
Encarnaciones de una soledad bohemia que se anticipa a cada movimiento de la ciudad.
Nómadas indescifrables, endemoniados.
Hechiceros capaces de frenar tus pasos y retener el organismo con una mirada, porque miran con ojos que no son de este mundo.

Hay gatos bajo la cama de la habitación.

Centinelas por vocación innata del crepúsculo y sus recónditos enigmas.
Ronroneos impúdicos desde lo alto de los tejados.
Pasos callados, hipnotizantes, que obsesionan con un simple vaivén de omoplatos.
Logran propósitos empleando su astucia histórica.
Permiten que les mires, pero te impiden ver.

Hay gatos tras las ventanas.

Verdaderos sabios, coleccionistas de ancestrales conocimientos que nunca serán compartidos con la humanidad.
Sus colas marcan el despreocupado tempo de la fugacidad de la vida, como metrónomos silenciosos.
Imperturbables y soberbios ante los males ajenos.
Portadores de una dignidad maestra digna de enseñanza.
No es mucho lo que saben, pero lo saben todo.

Hay gatos en el ático de mi alma.

Y a veces no me atrevo a mirarlos.



“Es bueno tener un montón de gatos alrededor. Si uno se siente mal, mira a los gatos y se siente mejor, porque ellos saben que las cosas son como son. No hay por qué entusiasmarse y ellos lo saben. Por eso son salvadores. Cuantos más gatos tenga uno, más tiempo vivirá. Algún día esto será descubierto: la gente tendrá mil gatos y vivirá para siempre. Realmente es ridículo” 
                                                                       Charles Bukowski 



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