lundi 3 octobre 2011

Étoiles perdues...

Las personas normales pierden botones, pendientes, zapatos izquierdos o las llaves de su casa.
Son capaces incluso de perder el tiempo, la paciencia, los sueños o la fe.
Pero no ella.

Ella perdía recuerdos.

Mirando hacía atrás, se consumía en esfuerzos por descifrar en qué momento aquellas dríadas caprichosas abandonaban su mente.
Lo más probable es que, al igual que las personas a las que iban ligadas, huyesen furtivamente, aprovechándose de sus pasajeras distracciones y de su nula percepción del tiempo.

Y luego, cuando quería darse cuenta, solo quedaba un retorcido pellizco en su corazón y un punzante agujero en su crucigrama particular. Y los rostros que tanto amaba, los detalles que tanto importaban, terminaban resbalando involuntariamente, lanzados al espacio como esporas al aire.

Entonces la agradaba imaginar esos recuerdos reencarnados en una lluvia de asteroides perdida en alguna galaxia cercana.
Se preguntaba sobre qué planetas orbitaría su infancia o los besos recibidos, qué miradas quedarían huérfanas a la deriva de las nebulosas, qué abrazos dados se engarzarían entre las constelaciones y qué palabras se convertirían en perseidas cruzando la oscuridad de la noche en el hemisferio norte.

De ese modo avivaba la esperanza de mirar un día al cielo y que, los astrales cuerpos celestes que allí se exhibían, la contaran su propia historia. 
Que las oriónidas, cefeidas y cometas la susurraran los capítulos perdidos de aquel cuento vacío en el que en ocasiones la costaba permanecer.




Esperaba el ronroneo de la vía láctea en el firmamento recitándole que, aunque todo puede desaparecer en un instante, también se puede recuperar.



"La memoria es el perro más estúpido, le lanzas un palo y te trae cualquier cosa "
                                                                                     Ray Loriga

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