dimanche 24 avril 2011

Cauchemars...

Ahí estaban de nuevo.

Imágenes que asediaban su mente como una vorágine de insectos atrapadas en una telaraña tejida por la angustia y restos del pasado.

Le era imposible cerrar los ojos sin que la asaltase alguna de esas desesperantes estampas.

Aunque siempre solía tratarse de la misma visión:


El rostro lívido y desencajado de su hermano, tal y como lo vio por última vez; con sus impactantes ojos color turquesa abiertos en una mueca opaca y vacía, sin mirar hacia este mundo; y con un hilo de sangre descendiendo como una serpiente venenosa de la comisura de sus mortecinos labios.

Todo se reducía a dos desagradables palabras: sin vida.

Solo había una forma de contrarrestar y hacer frente a esos retazos de dolor que poblaban su imaginación cuando caía la noche y las pequeñas sombras inofensivas del día se transformaban en angustiosos y grotescos monstruos.
La trompeta que mantenía escondida, como un tesoro, bajo la almohada.

Podía observar durante horas, encandilada, el brillo que la lámpara de la habitación reflejaba sobre los pistones metálicos, haciéndolos refulgir.

El simple destello la hacia serenarse por un instante y ahuyentaba cualquier tipo de oscuridad, pues se trataba del mismo brillo que aquellos ojos turquesas poseían en vida.
Era como si extrañamente el alma de la persona a la que había amado, amaba y amará, se hubiese quedado agazapada entre los recovecos de metal del instrumento, insuflándole vida a pesar de que no había vuelto a salir ninguna nota de él.

Ni lo haría nunca.

Le era difícil volver a conciliar el sueño, pero el estar abrazada al frío e incomodo instrumento; y la sola idea de que al pasar las yemas de los dedos por sus inanimadas curvas rozaría el alma de su hermano, hacía calmar su desasosiego y la horrible sensación de culpabilidad.

En momentos como aquel se preguntaba cómo podía seguir viviendo cuando él ya no estaba a su lado.

Cómo podía seguir respirando con ese doloroso vacío que la oprimía los pulmones.

Cómo podía ser capaz de mostrar esas falsas sonrisas a los demás cuando por dentro estaba hecha pedazos a los que no encontraba forma de recomponer.

La respuesta era muy sencilla.

Poco a poco se estaba convirtiendo en una fabulosa actriz.




               "El mundo se derrumba y nosotros nos enamoramos...."                                                                                                                     
                                                                                Casablanca

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