samedi 28 juillet 2012

Instants attrapés

Hay lugares que guardan más recuerdos que las personas.

Se adhieren en las paredes, en la tierra, sobre los cristales y la madera. Insectos torpes y complejos de miembros frágiles que no son conscientes de su fin ante la telaraña.
La casa de Toulouse en la que crecí era uno de esos lugares.
Aún hoy, cuando regreso, obtengo un saludo de fervor vampírico oculto bajo el abandono y el silencio de las sombras que miran a los ojos de una forma en la que nunca me atrevería a mirar a nadie.
Cada ríspido albergue aterido a las esquinas devuelve el reflejo de unos herederos desterrados, empezando por el exterior.

El jardín infecto de mala hierba que cubre los pasos hasta la entrada guarda juegos de infancia y colores ahora desgastados de los hibiscos, tulipanes, caléndulas y sobre todo de los narcisos que en su día allí vivieron, arraigándose al terreno desde las semillas y los bulbos que plantaba con ayuda de mi madre antes de llegar la primavera. Las pasionarias sin flores ni frutos en esta época del año se enredan todavía cual hirsutas salamandras sobre la fachada de ladrillo rojo, bordeando torpemente la puerta de un verde nocturno, desconchada en sus bordes, damnificada a base de portazos de las muchas huidas de mi hermano, al que vuelvo a recordar una vez en el interior al ver, sobre las paredes húmedas, unas estrías artificiosas. Marcas acompañadas por un número. Centímetros banales acotados año tras otro como prueba fehaciente de nuestro crecimiento. Marcas que yo intentaba superar a base de tramposas puntillas.

Algunos muebles continúan allí, pendientes del silencio que se desarrolla a modo de única trama en sus vidas, almanaques cojos, como las lastimosas estanterías vacías, antes arropadas con clásicos y palabras en las que ahogué tantas tardes de sopor; o el enorme armario del salón, cómplice de mi récord de cinco horas oculta durante un épico juego de el escondite.
Todos esos momentos consagrados y plomizos fingiéndose niebla intrusa se hallaban allá dónde mirase: la mesa de cristal sobre la que compuse mis primeros dibujos de garabatos engarzados, el sofá que una merienda de cerezas manchó de granate, las escaleras en dónde usando trineo sin ser invierno envolvieron mi brazo con una escayola, las habitaciones en cuyas ventanas anidaban las golondrinas, la baldosa rota cerca de la chimenea con la que siempre tropezaba, la cocina en cuya encimera trepábamos mi hermano y yo para llegar al armario de las magdalenas, aquel piano bajo una capa de polvo que encerraba más palabras que sonidos, el somier vacío y oxidado con olor a muerte en la habitación de mi madre, y el pasillo en el que tantas veces nos sentamos, intentando escuchar algo tras el cuarto en dónde pintaba mi padre, para siempre cerrado con llave.

Incluso la luz que entra por las ventanas marca horarios de momentos proyectados. Los imagino cadáveres que jamás volverán a levantarse, y entonces me consuela un poco volver a mirar esas franjas luminosas y tener la seguridad de que el imperecedero trayecto del sol siempre seguirá siendo el mismo para iluminar esos recuerdos secuestrados que ahora tan solo mis ojos pueden ver.



8 commentaires:

  1. Las cosas guardan memoria de tantas vidas, de tantas zozobras.

    Tu texto es muy hermoso, Noira.

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  2. a partir de ahora ya no solo tus ojos pueden evocar esos maravillosos recuerdos, ya que no has hecho partícipes de un pedazo de tu vida...un episodio que destila felicidad, juegos y travesuras de infancia. Sin embargo, los lugares tienen su vida en el presente...el tiempo demuele la magia que tuvieron convirtiéndolos en esquirlas de sedimentos para el alma. Des gros bisous...

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  3. Has proyectado sobre los lectores una atmósfera brumosa de lívidos recuerdos que dejan aterido el corazón, como bien dices el sol seguirá allí proyectando su luz, seguirá incluso cuando la protagonista deje de existir y solo los restos desvencijados del hogar sean testigo de lo allí acontecido.

    Un abrazo Noira, y como siempre un placer leer tus pequeñas ráfagas de luz apagada.

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  4. Tu texto me ha dejado sin palabras. Está lleno de sentimiento y, sobre todo, de recuerdos. Cada palabra parece encajar en su sitio, como los elementos en una fotografía (o casi en un sueño). Si fuera una imagen, me imagino un collage en sepia.

    Simplemente inspirador :)

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  5. Y tú has provocado muchos recuerdos.
    Es cierto y curioso como un lugar puede transportarte a tantos momentos vividos... y a la vez saber que muchos otros tantos han ocurrido allí, aunque tú no lo sepas.

    pd. gracias por tu comentario :)

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  6. Leerte me ha traido recuerdos muy agradables. Me ha fascinado tu vocabulario y la forma que tienes de expresarte.

    Con mi imaginación (desbordante) he podido seguir cada uno de los recuerdos que has escrito.

    Precioso, gracias por compartirlo :)

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  7. Al igual que las canciones, los objetos con los que topamos a diario o incluso los que recordamos desde lo más hondo, por eso de que sólo nos cruzamos tan sólo una vez, son parte de nosotros. Nuestra vida permanece entre esas motitas de polvo que el sol hace entrever. Estamos hechos de tanto, y al final resultamos ser tan poco. Pero los recuerdos serán eternos mientras permanezcan allí, casi intactos.

    :)

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  8. wow ♥ me gusto mucho tu forma de escribir :)

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