No solo sus dedos fueron los perjudicados en dicha paralización, si no que aquel importante músculo que se llamaba corazón pareció dejar de bombear sangre por un eterno momento, como si se ahogase y pidiese una tregua en mitad de una carrera.
Aquellas imágenes de desolación y abandono, capaces de empequeñecer el alma de cualquiera que las viese hasta hacerle sentir culpable e insignificante, se quedarían tatuadas de por vida en los inocentes ojos de la joven, a modo de brecha en la retina.
Japón.
11/3/2011
Todos los países centrarían la mirada en aquellas grabaciones que darían la vuelta al mundo, impotentes.
Todos los noticiarios, como el que estaba viendo en ese momento, narrarían objetiva y cínicamente la tragedia.
Pero la muchacha se preguntó si aquel suceso mellaría el interior de las personas y las afectaría tanto como la había afectado a ella.
Algo la oprimía, desquebrajándola por dentro al ver aquella lengua de lodo e inconcebible rabia, lamiendo, arrancando vidas y trozos de esperanza, mutándolos es simples y angustiosos escombros, en restos de una existencia que nunca regresaría.
La embargó una acuciante sensación de surrealista irrealidad al saber que aquella mañana saldría a la calle y su mundo seguiría como siempre, cuando el de muchos otros se había destruido tan bruscamente de la noche a la mañana.
¿Por qué?
¿Sería posible la existencia de dioses con semejante y lacerante crueldad como para jugar y mover vidas humanas a modo de simples peones en un tablero de ajedrez?
¿Por qué?
¿Era el propio océano quien devolvía ahora en atroz rencor todo el daño y ofensas causados durante tantos años?
¿Por qué?
¿Se trataba tan solo de una despiadada advertencia; de un intento por que cesásemos en nuestra destrucción; como siempre, ignorado?
¿Por qué?
Reza por Japón, dicen ahora …
… la Tierra entera pide a gritos que recemos por ella.
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