Sé con seguridad que cuando estoy sedienta no hay nada como una limonada, con mucha, mucha azúcar.
Sé que no puedo vivir sin chocolate. Blanco, negro, con leche, almendras, galleta o coco, lo mismo da.
Conozco a la perfección en qué momento necesito coger un pincel entre mis manos y evadirme de la realidad; o cuando sumergirme y desaparecer entre la melodía de las teclas de un piano.
Sé que no hay mejor regalo que esos pequeños detalles sin valor ni importancia que solo los niños saben apreciar. Como la chapa de la botella de algún refresco, una hoja otoñal, las conchas de una playa, los cantos rodados o unos lazos de colores.
Sé que cuando quiero un abrazo no tengo mas que alargar las manos y darlo para recibir otro a cambio.
Y sé que me gustan los bolsillos y los botones casi tanto como odio el café; a pesar de adorar el dulce tintineo de la cucharilla de metal contra la taza al ser removido.
Pero por primera vez, no sé lo que quiero.
¿Es esto lo que tanto anhelaba sentir?
¿Es esto aquello que llaman amor?
No. Ya no estoy segura de nada.
"Me gustan mis errores.
No quiero renunciar a la deliciosa libertad de equivocarme"
Groucho Marx
Aucun commentaire:
Enregistrer un commentaire