vendredi 6 mai 2011

Un rêve


Las doradas cortinas de ciertopelo se abren con un sonido melancólico de almidón, dejando al descubierto la estepa mongola; desértica, vacua e infestada de gatos que muestran una sonrisa de Chesire al pasar ante ellos, con dientes de armiño blanco que reflejan la luz negra de aroma a aguacate que desprenden mis ojos.

Y me saborean, y me diluvian, y me dañan con sus máscaras de arcilla y sus bigotes inorgánicos de mercurio.

Y saben.

Saben que busco que me encuentres.

El aire se derrite al tocar mi piel.
Cae a goterones de mermelada en pleno apogeo surrealista, mientras hallo el camino a casa oteando la estrella polar entre los granos de arena de una montaña de sal.

Y sé que lloraré perlas de mantequilla al despertar.
Y que me dolerán cada uno de mis huesos ante el impacto en caída libre contra el techo de la habitación.
Pero aún así abro los ojos.

Despego los parpados en un silencioso y sutil batir de alas de primitiva crisálida, y entonces soy capaz de lamerte con la mirada.

Santificadas sean tus libélulas, mis delirios, el sinsentido de la vida y este complejo mentalmente dañino de evaporación corpórea.

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