jeudi 7 juillet 2011

Fantômes

“-¿Y cuándo sabe uno que ha encontrado su príncipe azul?
-Supongo que en el momento en el que estás seguro de no querer besar unos labios que no sean los de esa persona…”

…En tal caso, ¿por qué razón se sintió ella magnetizada hacía unos labios ajenos?

Esa fugaz tentación sirvió como disparo de salida para sus dudas, la culpa y la crucificación espontánea.

Monstruosa abominación en sus ingenuos pensamientos.

Puede que la responsable fuese la nostalgia,  la sencilla necesidad que anudaba sus existencias con un fino e invisible hilo de algodón, o la absurda, denigrante y fútil obcecación de hallar a su príncipe azul y ser dormida con un beso.

Pero seguía despierta.


Las exigencias no iban con ella.

No pretendía un amor eterno, épico o imposible en su historia, demasiados tópicos había incluido ya en este asunto. 
No. 

Con pequeñas cosas se contentaba.

Un abismo entre miradas, el contarse sin hablar y el hablar usando todas las palabras del diccionario.
Ser querida en orden cronológico, un recodo en la clavícula sobre el que apoyar la cabeza, algún que otro beso con sabor a croissant , enumerar sus imperfecciones mientras él enumera las de ella.
Pasearse por sus cicatrices, comer fresas sobre la cama o confesarse en su piel con un boli bic.
Que la secase las lágrimas cuando las cosas fuesen mal, y hacerle reír con sus disparates cuando fuesen bien.
Aspirar sus poros, tragar plumas con sus caricias y sentir cosquillas con sus abrazos.
Darle la bienvenida, sonreír y dejar que la vida siguiese.

Sin embargo sentía haber perdido todas aquellas valiosas nimiedades.

Ya solo quedaban sombras de lo que en su día fue.
Sombras y recuerdos que su bizarra mente condenaba a tergiversar.

Tan solo quedaba el fantasma.


                      “Te diré un secreto. Hasta los fantasmas aman.”
                                                    …
                       Y ella había aprendido a amar a los fantasmas.


Aucun commentaire:

Enregistrer un commentaire