De nuevo dejó perder una fracción de su alma, goteada por el camino sin el mas previo aviso, en tanto que su cerebro se bloqueó en un estado cataléptico que la impedía gritar y desgañitarse hasta hacer de sus cuerdas vocales las de un violín quejicoso y lastimero, pero tan solo obtuvo el cimbreante y sordo crujido de los cabos de un barco a la deriva, expuesto al céfiro.
Una vez mas, otro genocidio se desarrolló en el vértice de su centro de gravedad, en las entrañas de su epigastrio.
Aquella carnicería coaguló su sangre y la mutó en membrillo agridulce que saturaba sus venas y las presionaba como si quisiese hacerlas quebrar.
Se le rasgaron las vértebras y sus pulmones se quedaron sin aire, que fue sustituido por hiel.
Se acabó.
Unos ojos castaños, profundos, raíces de bosques, tan homólogos a los suyos, habían desaparecido.
Esfumados, sin voz.
Evaporados junto al cromatismo de ambas almas, gemelas o no, poco importaba, para ella, hermanas.
Ese descomunal músculo palpitante abandonó sus latidos, roto, dejando el dolor como única dádiva, con el ventrículo derecho en la desembocadura de la madre tierra y el izquierdo en la de pieles ajenas. Tantas lágrimas eran pocas para llenar el embalse de arena que su ausencia había dejado.
Maldito orgullo arcaico que obstruía sus arterias.
Aorta de sentimientos confluidos, dañados, colisionados otra vez por amar demasiado.
Y la duda.
¿Llegó a formular ese “te quiero” en voz alta alguna vez?
Se acabó.
Los juegos de dados con “yo” en todas sus caras habían terminado.
Una vida como precio del ayer, otra hoy, ¿cuál será la de mañana?
La convergencia de pensamientos en su hipotálamo seguía un mismo ritmo, un mismo derrotero. Los recodos de su esencia sabían cómo actuar.
Vociferaban a dúo un eco, que por una vez escucharía.
Correría un ultimo riesgo, un postrero salto sin pértiga por encima de la soledad, de ese “yo”.
Y si lograba llegar sólida, sana y salva al otro lado …
Se acabó.
Hm, me gusta me gusta.
RépondreSupprimer:) Gracias, amore
RépondreSupprimer